Pocos repararon entonces en que el hombre del pelo naranja había logrado 11 millones más de votos que en 2016 y que el trumpismo estaba lejos de haber colapsado. El fenómeno seguía vivo porque los problemas que lo habían catapultado al estrellato -el empobrecimiento de amplias capas de clase media y trabajadora por la globalización; la inmigración masiva y su correlato de inseguridad; la mengua de libertades provocada por los excesos del movimiento woke; el insultante divismo de las elites demócratas (léase socialistas), la crisis de autoridad, etc., etc.-, no solo no se habían resuelto sino que se habían exacerbado.
Una UE mayoritariamente de derechas obligada a plantear con toda crudeza, si es que queda alguna derecha decente en Europa, la batalla cultural a una izquierda que se ha hecho fuerte en las instituciones comunitarias, obligada a defender un modelo de sociedad donde la igualdad no se mida por el color de la piel, sino por el mérito, el esfuerzo; una sociedad que, parodiando a Tocqueville, prefiera la desigualdad en libertad a la igualdad en la servidumbre.
Vale también la cita de ese curioso cronista, mentado también por RJA, que fue Serafín Estébanez y sus “Crónicas andaluzas”: “El gobierno que promete, seduce; el que da, corrompe; si amenaza, es tirano; si atropella, esclaviza, quien tal hace no merece el poder; el pueblo que lo sufre no merece ser libre”. ¿Merecemos ser libres los españoles? Obligados, por eso, a plantearnos una nueva “revolución española” a la manera de Trump, una revolución democrática que mande al cubo de la basura las leyes, reglamentos e imposiciones de este maldito Gobierno; obligados a refundar una nueva legalidad democrática capaz de unir a los españoles en empeño colectivo similar al que alumbró la Constitución del 78. Barrer con la mafia sanchista y mandar al guano su pequeño mundo de rapiña. Un gran envite para una oposición dormida y una obligación moral para lo que quede de salvable, a derecha e izquierda, en este país llamado España.
https://www.vozpopuli.com/opinion/espana-como-excepcion-.html