domingo, 1 de marzo de 2009
Leido en El Confidencial - Federico Quevedo 28-02-09
En tan solo una semana nos hemos enterado de que el líder del BNG y vicepresidente de la Xunta de Galicia, Anxo Quintana, se dedica al secuestro político de abuelitos, y a paseos marítimos en el yate de un empresario con más que dudosas adjudicaciones por parte del Gobierno gallego. Esto es solo la punta del iceberg, porque seguro que si seguimos tirando de la manta nos encontramos con que esos nacionalistas radicales de izquierdas que siempre van de puristas perdonando la vida al resto de los mortales, que hacen gala de su honestidad y de la transparencia con la que llevan a cabo su gestión, que se proclaman defensores de la austeridad y la limpieza en el manejo de la res pública, que alardean de ecologismo y de servicios a los más marginados de la sociedad, a la hora de la verdad en cuanto se sientan en el sillón del poder -en la poltrona, vamos-, resultan ser los más deshonestos, los más rapiñadores, los menos austeros, los más amigos de lo ajeno, los menos ocupados por el medio ambiente y el ambiente entero, y los que más se aproximan a los listos de turno, esos que siempre sacan tajada de sus relaciones con el poder y de las adjudicaciones del mismo. Si a todo eso añadimos una política impositiva en todo lo que se refiere a las ‘señas de identidad’ y excluyente de aquellos que manifiestan su democrática discrepancia, la conclusión es que estos nacionalistas son malos, pero no malos de inútiles, sino de maldad. Que se lo pregunten a los pobres ancianos secuestrados de su viaje a Portugal para soportar un mitin a traición de Quintana, que además tuvo la osadía de pedirles el voto con una frase más o menos como esta: “Ustedes se han pasado cuatro años pidiéndome cosas a mí, y ahora yo les pido una a ustedes: vótenme”. Alucinante. Quintana tiene el respeto por la libertad y la democracia asentado en el interior de sus calzoncillos. Es malo, pero malo con ganas.
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