Antonio Naranjo.-
El derecho a saber, que está en el origen de la libertad de informar, no es una concesión graciosa del presidente de turno, como tampoco la separación de poderes y la independencia judicial. Y defenderlas no es izquierdas o de derechas: es de demócratas, y nadie que lo sea puede permanecer callado ante el enésimo abuso perpetrado por esta mala copia de Kim Jong-un, que defiende más a su esposa que al Rey y prefiere liberar a un terrorista que ofrecer un bálsamo a sus víctimas.
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