“yo llevo pagándole putas a Juan Bernardo cada vez que viene a Madrid, todos los días. Mil euros, mil euros, mil euros….” ¡Quien se acuerda ya del tito Berni, con todo lo que pasó después!.

Para su conquista del poder, Sánchez tuvo que rodearse de estos restos de serie del partido, los únicos que decidieron unir su suerte a la del aspirante expulsado de Ferraz a falta de otra apuesta mejor. Con su misma falta de escrúpulos, encontró en ellos la horma de su zapato. El príncipe, casado con la heredera del execrable imperio de Sabiniano Gómez y sus sicarios dispuestos a todo por unas migajas del botín. El guapo y los feos, unidos cada día más por la oscura historia que iban tejiendo. Pedro disfrutando de su superioridad, los esbirros luchando entre ellos por el favor de su amo, todos iguales en lo esencial. El Peugeot con el que esta banda dio la vuelta a España es a estas alturas mucho más que un coche. Es una metáfora de su paso por la política, la cárcel mental en la que chapotean entre silencios e informaciones compartidas, dependientes unos de otros, unidos a su pesar.

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