Palabras.-
La expresión “morir matando” suena especialmente relevante cuando se aplica a un político sin escrúpulos que, al verse rechazado por el pueblo, decide vengarse antes de caer. Es el gesto final del orgulloso herido, del vanidoso, del cobarde incapaz de aceptar su derrota, que prefiere arrasar con todo antes que admitir su fracaso. La soberbia y la vanidad lo ciegan, su pobreza intelectual y moral lo lleva a confundir venganza con justicia y a creer que el poder es algo que se posee, no un encargo que se debe servir. Cuando pierde la confianza de los ciudadanos, actúa como el amante despechado que, incapaz de soportar la pérdida, prende fuego a la casa para que nadie más la habite.
La historia está llena de ejemplos así. Tal vez la frase más certera para describirlos sea la de Tácito, al hablar de los tiranos romanos: “Hacen un desierto y lo llaman paz”, esa “paz” no es más que el vacío que dejan tras de sí, instituciones arruinadas, divisiones sociales y una nación exhausta. En el fondo, ese “morir matando” no es una muestra de fuerza, sino el último estallido de impotencia de quien, hace tiempo, ya estaba muerto por dentro.
¿Estamos, en ESPAÑA, preparados para ese “morir matando”?
La oposición parece vivir más pendiente de no perder que de ofrecer un rumbo propio. Cada encuesta los descoloca, como si su estrategia dependiera del último sondeo. Esa actitud temerosa los condena a ir siempre un paso por detrás.
Cierto, más que preocuparse por porcentajes, deberían centrar sus esfuerzos en garantizar la limpieza del proceso electoral de 2027 y advertir de cualquier posible manipulación. Si no abordan ese tema desde ahora, luego será tarde para lamentarse.
https://www.eldebate.com/opinion/20251021/tertuliano-mayor-viejo-reino_346703.html
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