Ultima columna de Alfonso Ussía en El Debate:
Mentiras memorables de la guerra
A mediados de los 40 del pasado siglo, en 1942, se hicieron indispensables algunas bolas que nadie creyó, pero que dotaron a los mentirosos de una aureola de heroísmo que, de no producirse, no habrían intervenido en el transcurso de la historia.
Una de las más relevantes de ellas fue que a Gila lo iban a fusilar. Gila no fue fusilado jamás y la angustia de ser detenido terminó como el rosario de la aurora boreal. Cenábamos en el restaurante Casa Salvador de la calle Barbieri cuando apareció Gila con un gesto demacrado.
Estábamos Antonio Mingote, Manuel Halcón, Carlos Fernández de Bobadilla y este narrador de ustedes. Nos contaron la historia de cuando dos miembros de la Brigada político-social exigieron la documentación a Gila. Manuel Halcón, con toda cordialidad, se sumó a la conspiración contra Gila mientras, como hombre de más allá, se acordó de su terrorífica historia.
Los hechos se simplificaron cuando todos los implicados, en lugar de recibir desagradables órdenes oficiales, declararon ante el instructor jefe:
–Mire Gila, ya hemos olvidado la farsa de su fusilamiento. No hubo fusilamiento. Lo que no tenemos es paciencia ni constancia para no tocarle las narices. Usted se ha separado. Ha dejado a su mujer abandonada y, para colmo, huye de un delito que no cometió. No le pedimos que nos acompañe, le pedimos que vea la invitación que el jefe del Estado ha cursado para su participación el 18 de julio en La Granja, que no sabemos dónde coño dejársela. Porque quiero recordarle –añadió el agente– que a usted Franco le veía con un encanto especial y que ha sido Doña Carmen la que ha conseguido que nada de su pasado se recuerde y que esa invitación la tenemos que entregar personalmente.
Se produjo un silencio y el agente remató:
–Señor Gila hay que acabar con las confusiones y las discrepancias. Eso sí, le recordamos que si hace caso omiso a esta invitación especial, nuestra orden es detenerlo.
Gila fue un genio, un genio que trabajó muy poco, porque siempre se repetía. Pero consiguió esa especie de 'Corona General' de la excelencia. Ni hubo Gila fusilado, ni hubo un Gila perseguido por la justicia. Ni pelotón de fusilamiento, ni falso paseo ante las armas. Un mentiroso de aúpa.
Una de las más relevantes de ellas fue que a Gila lo iban a fusilar. Gila no fue fusilado jamás y la angustia de ser detenido terminó como el rosario de la aurora boreal. Cenábamos en el restaurante Casa Salvador de la calle Barbieri cuando apareció Gila con un gesto demacrado.
Estábamos Antonio Mingote, Manuel Halcón, Carlos Fernández de Bobadilla y este narrador de ustedes. Nos contaron la historia de cuando dos miembros de la Brigada político-social exigieron la documentación a Gila. Manuel Halcón, con toda cordialidad, se sumó a la conspiración contra Gila mientras, como hombre de más allá, se acordó de su terrorífica historia.
Los hechos se simplificaron cuando todos los implicados, en lugar de recibir desagradables órdenes oficiales, declararon ante el instructor jefe:
–Mire Gila, ya hemos olvidado la farsa de su fusilamiento. No hubo fusilamiento. Lo que no tenemos es paciencia ni constancia para no tocarle las narices. Usted se ha separado. Ha dejado a su mujer abandonada y, para colmo, huye de un delito que no cometió. No le pedimos que nos acompañe, le pedimos que vea la invitación que el jefe del Estado ha cursado para su participación el 18 de julio en La Granja, que no sabemos dónde coño dejársela. Porque quiero recordarle –añadió el agente– que a usted Franco le veía con un encanto especial y que ha sido Doña Carmen la que ha conseguido que nada de su pasado se recuerde y que esa invitación la tenemos que entregar personalmente.
Se produjo un silencio y el agente remató:
–Señor Gila hay que acabar con las confusiones y las discrepancias. Eso sí, le recordamos que si hace caso omiso a esta invitación especial, nuestra orden es detenerlo.
Gila fue un genio, un genio que trabajó muy poco, porque siempre se repetía. Pero consiguió esa especie de 'Corona General' de la excelencia. Ni hubo Gila fusilado, ni hubo un Gila perseguido por la justicia. Ni pelotón de fusilamiento, ni falso paseo ante las armas. Un mentiroso de aúpa.
Hasta siempre, don Alfonso.
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