Que está dispuesto a llevar este país al precipicio ha vuelto a demostrarlo también esta semana con el nuevo asalto a la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil mediante los "ascensos" de dos de sus nombres más ilustres, Rafael Yuste y Antonio Balas. Sánchez se los quita de en medio por el método de la patada hacia arriba en puertas de procesos judiciales tan candentes como el de su hermano, el de su mujer o el "caso hidrocarburos". En paralelo, pretende aupar a una ex asesora, además de cuñada de la ex ministra Teresa Ribera, a la codiciada vacante de la Sala Segunda (de lo Penal) del Tribunal Supremo que condenó al FGE García Ortiz y que deberá juzgar a José Luis Ábalos. Hablamos de Silvina Bacigalupo Saggese, hija de Enrique Bacigalupo, magistrado socialista de origen argentino que integró la Sala Segunda entre 1987 y 2011 y que, entre otras fazañas, salvó a Jesús Polanco y a Juan Luis Cebrián de la cárcel en el caso Sogecable. El apellido Bacigalupo es como una perenne maldición caída sobre la Justicia española, una pedrada perpetua a la aspiración de una España abierta y liberal.
Por suerte, lo único que nos diferencia ahora mismo de la experiencia que vivió Alemania en los años treinta es la falta de violencia, la ausencia del terror nazi, aunque quizá el sanchismo no lo necesite para acabar con la España de ciudadanos libres e iguales. En estas circunstancias, asistir al espectáculo de PP y Vox tirándose los trastos a la cabeza en Extremadura y en el resto del país no puede resultar más deprimente. En esas estamos.
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