Palabras.-
El debate sobre nuestra historia reciente suele convertirse en un campo minado donde cualquiera que intente matizar acaba recibiendo fuego cruzado.
Aun así, merece la pena recordar que la ESPAÑA de los años treinta no era un escenario de colores nítidos, sino una mezcla explosiva de ilusiones, torpezas y rivalidades que se fueron desbordando hasta volverse ingobernables. Basta pensar en el asesinato de José Calvo Sotelo para tomar la medida real del clima de la época: que un diputado de la oposición fuese sacado de su casa por fuerzas del orden y apareciera muerto horas después no fue solo un crimen atroz, sino la señal inequívoca de que ESPAÑA había perdido la cordura. Ahí se vio que la República, pese a sus aspiraciones, no lograba contener las tensiones internas ni garantizar un mínimo de seguridad política.
Por eso, cuando hoy discutimos sobre aquella etapa con consignas prefabricadas, olvidamos la complejidad del contexto y caemos en relatos de buenos y malos que no ayudan a comprender nada. Es necesario recuperar un tono sereno, asumir que la historia no es un catecismo y aceptar que hubo luces y sombras en todos los bandos. Solo así podremos mirar hacia atrás sin reproducir las mismas divisiones que nos llevaron al desastre.
La recomendación de “El camino al 18 de Julio” es muy oportuna, la obra de Stanley Payne destaca por su rigor documental y su capacidad para contextualizar la España de los años treinta sin simplificaciones maniqueas. Payne logra transmitir la complejidad de los conflictos políticos y sociales que desembocaron en la Guerra Civil, combinando análisis académico con una narrativa clara y accesible.
También, hoy es el aniversario del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera en 1936, congeló su imagen en la juventud y en la promesa no cumplida. Su voz, combativa, idealista, cargada de un nacionalismo que aspiraba a regenerar ESPAÑA desde una estética casi romántica, quedó abruptamente silenciada.
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