Fernando del Pino
La verdad a veces duele, pero siempre libera; la mentira, por el contrario, siempre esclaviza, aunque parezca atractiva. El sabor de la verdad es en ocasiones amargo, pero cura; la mentira parece dulce, pero envenena. Así, no debe sorprender que, en una Europa entregada al Lado Oscuro y plagada de mentiras cada vez más grotescas, la libertad sea atacada, y la verdad, perseguida.
En España, sin embargo, la UE no hace absolutamente nada con Sánchez, que ataca constantemente la independencia del poder judicial, intenta aprobar una ley de impunidad para las presuntas corruptelas de su familia (lo que entiendo como un reconocimiento tácito de culpabilidad) y controla férreamente un Tribunal Constitucional absolutamente politizado, desprestigiado y pervertido por su presidente, un personaje sin escrúpulos que parece bordear peligrosamente la prevaricación (como ya le ha advertido el Supremo). ¿Y por qué no hace nada la UE? Porque Sánchez es uno de los suyos.
En realidad, este es sólo un ejemplo de cómo la UE funciona completamente a espaldas de sus ciudadanos, paradigma del gobierno mundial soñado por los chicos de Davos. ¿Cuándo hemos votado los ciudadanos europeos dar este inmenso poder a una opaca organización dirigida por burócratas no electos que nos defecan —perdonen la metáfora— regulaciones absurdas y tiránicas de forma incontinente?
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