sábado, 22 de marzo de 2025

 Palabras

EXPAÑA navega en un mar de simulacros, fraudes, donde la Constitución es poco más que un ornamento retórico, invocada con solemnidad cuando conviene y pisoteada sin pudor cuando estorba. El Estado de derecho, en su versión oficial, se antoja una quimera que coexiste con tribunales instrumentalizados y leyes moldeadas al antojo del poder. El Parlamento, antaño sede de la soberanía popular, hoy no es más que un teatrillo donde los supuestos representantes del pueblo escenifican su servidumbre a intereses ajenos a quienes dicen defender.

Pedro Sánchez, con su pericia camaleónica, no es más que el síntoma más visible de una enfermedad más profunda: la política ha devenido en la administración del engaño. La representación política es un oxímoron en una nación donde los escaños responden más a pactos de élite que al mandato ciudadano, el cual, por su parte, se diluye en una apatía cómplice, incapaz de reaccionar ante el expolio de su propio destino.

Así, la democracia se revela no como un régimen de participación efectiva, sino como una farsa meticulosamente administrada, un relato hueco sostenido por la inercia de una ciudadanía desprovista de criterio o, peor aún, resignada a su propia irrelevancia. El fraude no es una anomalía, sino la estructura misma sobre la que se sostiene el sistema.


https://www.eldebate.com/opinion/20250322/sanchez-fraude_281141.html


Pepe Pinto. Los resultados de las últimas elecciones generales fueron altamente sospechosos, con cerca de dos millones de votos por correo “custodiados” por el compadre de Su Persona. Y por el “recuento” realizado por la empresa INDRA, que se ajustaba a las “previsiones” del CIS (falsas como Judas, como está acreditado). Y, para acabar de rematar, las Juntas Electorales ni se molestaron en abrir los sobres con las actas de cada mesa electoral, sino que se limitaron a convalidar los resultados “provisionales” presentados por INDRA.

Un pucherazo en toda regla; postmoderno, naturalmente.

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