Y llega una magistrada cualquiera, una de esas juezas anónimas ajenas al estrellato que por cosas de la vida sigue creyendo en su trabajo y en la independencia que le atribuye la Constitución. Y contesta al TC que no, que esto no va así. Que tiene sus reservas y que va a consultar a Europa porque lo del TC parece abusivo. Por eso preguntará al Tribunal Europeo si el omnipotente Constitucional se ha extralimitado en la función de control de las sentencias, o si ha invadido ámbitos exclusivos de los jueces. Un torpedo en la línea de flotación de Pumpido.
La magistrada no se frena ahí. Preguntará si el TC ha revisado la sentencia condenatoria de los ERE con una “interpretación alternativa” de la prevaricación y la malversación. Y si se ha extralimitado valorando las pruebas, cosa que el TC tiene vedada. Y si la interpretación del TC sobre las leyes presupuestarias andaluzas se opone a la jurisprudencia de la UE porque evitaría todo margen de control judicial sobre la actividad presupuestaria de un gobierno autonómico. Porque si cualquier juez se atiene a lo sentenciado por el TC de Pumpido, ya no podrá ejercer ninguna supervisión sobre el dinero de todos, generando así una “desprotección del patrimonio” colectivo y “de la confianza de la sociedad en el manejo de fondos públicos”. Sus preguntas a Europa son una enmienda a la totalidad frente a la arbitrariedad que se ha instalado en este TC de expertos en constructivismo y en el uso alternativo del derecho para invadir el trabajo de otros jueces con tal de satisfacer intereses penales y reputacionales del Gobierno. La mayoría izquierdista del TC no admite debates, solo impone criterios. Y a menudo son tan politizados, tan de comisariado delegado para la pureza de sangre del sanchismo, que si pinchas a otros jueces, sangran. Sangran porque el TC los ridiculiza, los expone y los retrata como legos en derecho y torpes en sus sentencias. Y se hartan de tanto desprecio y soberbia.
Es evidente que el sistema político que nos hemos dado en 1978 no es operativo cuando permite que un cuerpo extraño como este fatuo ególatra ponga en jaque a una sociedad de casi 48.000.000 de habitantes.
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