El 1 de Octubre de 2016, Pedro Sánchez intentó un pucherazo brutal en Ferraz y ante las mismísimas narices del Comité Federal en pleno. Montó tres urnas truchas detrás de una cortina y pretendió una votación tan apócrifa como su doctorado, sus memorias y el máster de Begoña. Sin censo, sin interventor, sin procedimientos, sin aviso previo, sin mesas…Tres personas le ayudaron en aquel fraude. César Luena, ahora eurodiputado, menudo pieza. María Chivite, actual presidenta de Navarra, concubina de Bildu. Y Santos Cerdán, sí el que fichó a Koldo, el pirata de las contratas en el 'cupo vasco', el que habla ahora de ‘la cacería de socialistas’, el malviviente que está a punto de ser desenmascarado por la Guardia Civil. A dos minutos del banquillo. Sánchez ya lo ha condenado.

Las cacatúas del sanchismo ya han empezado a hablar de ‘la UCO patriótica’, como antes de 'los jueces del lawfare', las togas fachas' o de 'los pseudomedios de la ultraderecha". Bolaños va a por los fiscales para desnaturalizar la Justicia. Sánchez ha colonizado empresas e instituciones para laminar todo amago de contrapoder (Rtve, Cis, Fiscalía, Abogacía del Estado, CNMV, CNMC, Consejo de Estado, Tribunal de Cuentas, Congreso, Constitucional,  Correos, Telefónica, Indra, ...) y no piensa ni por un minuto que vaya a abandonar su sitial en Moncloa. Ni siquiera tras una derrota en las urnas. El narciso del progreso se encuentra más a gusto en Pekín que en Bruselas, en la Internacional Socialista que en la UE, le agrada más el Orinoco que el Manzares.