jueves, 8 de mayo de 2025

 Palabras.

La política cobarde es la que se esconde detrás de la falsedad, la dilación y el silencio cuando el momento exige coraje y acción. La oposición, en particular el PP, parece más interesado en la preservación de su imagen y en no perder poder, que en llevar a cabo una crítica genuina y una alternativa real. Prefieren ser tímidos, si no cómplices, ante el desastre, en lugar de confrontarlo con decisión. Este tipo de actitud no solo es patética, sino también peligrosa, pues la inacción permite que las malas decisiones sigan su curso sin resistencia efectiva

Por otro lado, la política malvada, representada por el PSOE, es aún más insidiosa. No se trata solo de incompetencia o de indecisión, sino de un proyecto deliberado para corroer lo que queda de ESPAÑA, pieza a pieza, bajo la bandera de una “transformación” que más bien es un proceso de destrucción paulatina. La manipulación de las instituciones, la tergiversación de la realidad y la creación de un Estado paralelo a base de concesiones a intereses particulares, contribuyen a la erosión de la nación. Se actúa con una suerte de maldad estructural, buscando la polarización, el enfrentamiento, y el control social, mientras los ciudadanos siguen pagando el precio de esta corrupción sistemática.


Ambos partidos, a su manera, representan lo que está mal en el sistema actual: unos por su cobardía, otros por su maldad. Juntos están llevando a ESPAÑA a un abismo del que no parece haber salida, si no se da un giro radical hacia la honestidad y la regeneración.

El PP y el PSOE no son más que las dos caras de la misma moneda. Moneda que, de manera capciosa, ha sido depositada en un “Banco Central Europeo”, que, lejos de ser el guardián de los intereses de los ciudadanos europeos, se ha convertido en un almacén donde los intereses de la élite política y financiera se resguardan a costa de los ciudadanos. Este “banco central”, con su poder sobre la política monetaria y económica, se asegura de que la moneda siga girando dentro de un sistema que favorece a los mismos jugadores, sin permitir la entrada de nuevas alternativas.


Ambos partidos, bajo su fachada de defensa de los intereses nacionales, actúan como custodios de un orden que, en realidad, sigue las directrices de una oligarquía global que no tiene rostro ni bandera, solo intereses. La moneda que representan sigue siendo la misma, y aunque cada uno pueda ofrecer una cara distinta, al final todo se reduce a una jugada del poder que se mantiene intacto. Al final, el pueblo sigue siendo el único que paga el precio de esa “devaluación” política.

Hubiera sido fundamental que la Constitución contemplara la posibilidad de que el jefe del Estado pudiera intervenir en casos como este, donde claramente el incumplimiento de la Constitución por parte del presidente del gobierno, está afectando gravemente a ESPAÑA.


Es como si todo estuviera “atado y bien atado” para quitarle poder al Rey y permitir que los políticos hagan lo que les venga en gana, sin tener en cuenta la voluntad de la ciudadanía. El sistema se diseñó para garantizar que el poder se mantenga en manos de unos pocos, sin que podamos hacer nada para frenar este desprecio hacia los españoles.

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