lunes, 5 de mayo de 2025

 Palabras.-El apagón monumental que paralizó ESPAÑA, nación supuestamente moderna, mientras sus gobernantes se escondían y fabulaban excusas, es solo un síntoma más de una enfermedad más profunda: ESPAÑA está siendo desmontada por dentro, pieza a pieza, y con una precisión quirúrgica. No se trata solo de errores o incompetencias puntuales, es un proceso metódico de descomposición institucional, moral y cultural. Y lo más escalofriante no es el destrozo en sí, sino la pasividad con la que se contempla.

La LIBERTAD se ha vuelto clandestina: solo se asoma en susurros, en grupos pequeños, casi como una resistencia invisible. Mientras tanto, el juicio crítico ha sido desterrado de las calles y plazas públicas, sustituido por una mezcla grotesca de propaganda, anestesia emocional y sumisión festiva. La ciudadanía ya no protesta: o se resigna, o aplaude, o se va de cañas como si nada. Esa frivolidad ante lo trágico es un rasgo distintivo de la fase terminal de las democracias.

El silencio actual no es un silencio neutro. Es un silencio cargado de miedo, de cinismo, de derrota. Es el silencio de los que ya no creen en nada y no esperan nada. Lo sepulcral no es solo el mutismo, sino el hecho de que ni siquiera parezca escandaloso. La dignidad se ha apagado con la misma facilidad que se apagaron las luces de ESPAÑA.


Todo esto plantea una pregunta terrible: ¿cuánto más puede soportar una nación sin alma, sin memoria y sin coraje antes de derrumbarse del todo? Porque ya no hablamos de una crisis de Gobierno, ni de energía, ni siquiera de modelo económico, hablamos del fin de una conciencia colectiva que, si no despierta pronto, será solo una nota al pie en los libros de historia.


La gran pregunta no es si pueden reaccionar, sino si la ciudadanía querrá hacerlo antes de que sea completamente inútil.


https://www.eldebate.com/opinion/20250505/funden-plomos-no-pasa-na_293612.html

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