No es fácil vivir bajo una oligarquía. Tarde o temprano, uno descubre que los poderosos están utilizando la conspiración, la fuerza, la demagogia y el engaño al pueblo para acabar con la democracia, como advirtió Tucídides. A partir de ese momento, uno ya no puede dejar de sentirse oprimido, por más sucedáneos de libertad que el poder ofrezca.
Santo Tomás de Aquino decía que la única oposición viable a la oligarquía es subordinar el gobierno a la idea de bien común. Sin ella, cualquier forma política, democrática o monárquica o la que fuere, degenera sin remedio. Hoy, como primera providencia, una buena forma de empezar sería definir en qué consiste nuestro «bien común». En términos nada metafísicos: qué políticas nos dañan, individual y colectivamente, y qué otras políticas nos permitirían sobrevivir mejor como comunidad. Y si hay algo claro, es que las políticas de la oligarquía europea nos matan. Por consiguiente…
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